3 jun 2010

Adan Jodorowsky "Rolling Stone"

P&R: Adanowsky
Por Isabel Bari

Un día, Adanowsky tuvo una idea: hacer una trilogía discográfica que, por medio de la música, exigiera creación multidisciplinaria. Así que decidió darle –literalmente‑ una personalidad a cada disco, una máscara que lo convirtiera en intérprete vocal, musical e histriónico. Sus discos son teatrales, con letras potentes y aire nostálgico.

Su primer personaje “El Ídolo”, murió el año pasado y, esta vez, Adanowsky hace una segunda entrega con Amador, un material donde el protagonista, oscuro y romántico, deja de lado las luces de cabaret para sumergirse en los sonidos vintage de un folk suave donde las quejas no son contra el sistema, sino contra la soledad.

Esta es una entrevista sobre ese disco, pero también sobre una prenda antigua, las novias que no llaman por teléfono y una tentadora revolución poética desde Twitter…

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Cambias de personaje y, además, lo haces drásticamente: el Ídolo era un Super Yo y de pronto te conviertes en Amador, un hombre obsesionado por el amor, lo cual es la renuncia absoluta al poder. Es, de hecho, asumirse como esclavo.
Sí, totalmente. Lo que pasó es que con este segundo disco quise hacer un cambio radical. Primero no quise hacer concesiones: no escribí canciones para hacer sencillos o para que sea un éxito, quise concentrarme en la obra pura porque hoy en la música es muy difícil encontrar gente que no quiera entrar en el mundo de las grandes ventas. Crean pensando en que el producto tiene que funcionar, entrar en los medios, etcétera. Tengo la suerte de que entra, pero cuando lo hice no estaba pensando en eso, me estaba concentrando en hacer lo que me gusta y no en hacer canciones para la radio, sino para mi, que me gustaran a mi. Es el disco más sincero que he hecho, el más verdadero. El Ídolo era un personaje muy sexual y ahora pasé a un estado más emocional. Tenía dificultades en aceptar que me quieran, en que tengo necesidad de que me quieran. Creé a ese personaje para sacar algo de mi. Fui a ver curanderos que me abrieron el corazón para que pueda abrirme al mundo. Soy una especie de pequeño autista, por eso para mi era importante crear a Amador. Cada personaje es un juego terapéutico, estoy curando cosas. Con la muerte del Ídolo, por ejemplo, maté un pasado, maté a la angustia que tenía, eliminé el pasado para pasar a algo nuevo. A veces el ser humano necesita sacar sentimientos, pero necesita hacerlo y curarse por medio de actos físicos. Yo usé el arte para curarme y para progresar como ser humano.

Entonces estos personajes son resultado de una carencia que detectas en ti… Y que luego, al convertirse en lo que haces todo el tiempo, logra un efecto de equilibrio que te permite dar el siguiente paso para encontrar al próximo personaje…

Totalmente. Yo creo que me voy a estar curando toda mi vida. No sé cuántos personajes voy a hacer… quizá un día los soltaré por fin. Quizá a los noventa años por fin voy a hacer un disco donde tendré mi nombre y apellido. Quién lo sabe.

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Musicalmente, hay grandes colaboraciones en este disco: Rob, tecladista y compositor de Phoenix, y Devendra Banhart...
Rob hizo dos discos como solista, es un gran compositor, ha producido mucho y luego entró como tecladista a Phoenix, pero tiene mucho trabajo detrás de eso. Lo conocí por medio de unos amigos y, no sé, sentí que tenía una buena energía y le dije “oye, quieres que tratemos de hacer una canción para ver cómo va la cosa… estoy tratando de encontrar con quién colaborar”. Me dijo que sí y vino a mi estudio, grabamos una canción y la colaboración fue tan buena y fluyó tanto que le conté que quería producir un disco y que lo iba a necesitar, entonces él me dijo “ok, produzcamos el disco juntos” y empezamos a grabar. Es una persona genial. Ahora es mi amigo. Cuando va de gira con Phoenix siempre terminamos por encontrarnos en algún lugar inimaginable, soy como el fan fiel.

Y Devendra…
A él le escribí porque admiraba su música, me gusta mucho. También dibuja muy bien, tiene mucho talento y es una persona muy buena. Le escribí: “Te admiro, me encanta tu música. Estas son dos canciones de mi nuevo disco. No están terminadas, pero por favor escúchalas. Me gustaría hacer algo contigo”. Me habían dado su mail. Luego de que le escribí eso pasó una semana… dos semanas…luego de eso pensé que ya no iba a pasar nada y de pronto me respondió “OMFG! Me encantan esas canciones, ¡qué universo!… Hagamos algo juntos, cuando estés en Los Ángeles avísame y hagamos música juntos”. Entonces llegué a L.A. Fui a su casa con una canción, le dije cuál era la idea que tenía y le pregunté qué podíamos hacer. El me sugirió arreglos, le agregó cosas y luego fuimos a su terraza, empezamos a platicar, a escribir y salió una canción. La grabamos allá mismo. Es una de mis preferidas del disco.

Pero tú estabas acostumbrado a componer sólo. ¿Qué tan fácil o difícil fue compartir este proceso?
Con los años aprendí a colaborar. Antes no podía porque mi ego no estaba domado y entonces yo quería hacer todo, pero aprendí que hacer música es eso, colaborar. Conozco mucha gente que no citaré, pero que no lo logra porque quieren hacer todo ellos, porque quieren ganar dinero, tener todos los derechos, quieren ser ellos los que escribieron las canciones, pero en realidad eso ¿qué importa? Lo que importa es la obra, no quién va a ganar. Crear para el dinero es estúpido, el arte no es eso, no es una puta.

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Sobre todo porque cuando estás convencido de lo que creaste, eventualmente recibirás algo positivo…
Totalmente. Hay que crear en estado de pureza total, yo creo. Yo necesito estarlo. Con el primer disco estaba muy angustiado, pensaba mil cosas, tenía problemas existenciales… en cambio este disco lo grabé en un estado de felicidad absoluta. Tuve una novia que se fue de viaje y me llamó muy poco durante dos meses y entonces estaba triste, desesperado, sintiendo que ya se iba a terminar la historia y entonces me dije “Ok, ¿qué hago? ¿Me voy de bares todas las noches y me emborracho o, al contrario, me hago mucho bien, me alejo del alcohol, no fumo y hago un disco?” Tomé la segunda opción. Me purifiqué, maduré e hice el disco.

Además de la música ¿qué otras cosas estás haciendo?
Escribí una obra de teatro… también escribo cuentos, quiero hacer un libro con ellos. Y me encanta hacer poesía, lo estoy haciendo mucho, ¡hasta en Twitter! Una vez, estando con mi familia, nos sentamos los cuatro y dijimos: “Está este medio nuevo que se llama Twitter. En vez de estar escribiendo tonterías deberíamos hacer algo útil para la gente, deberíamos escribir por lo menos un poema o un pensamiento por día”. Y sí, queremos hacerlo a fondo. Para mi es un nuevo medio para expandir poesía en el mundo.

¿Y tus cuentos de qué van?
Estoy escribiendo de… ¡no, no debo contar de qué se trata o me van a robar la idea! Mejor no te digo ahora. Además primero debo terminarlos, pero sí son un poco especiales, no políticamente correctos por decirlo de alguna forma.

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Por cierto… el saco de Amador, ¿de dónde salió?
Pues la historia es que yo estaba en París –allá vivo en una casa con mucha gente, todos músicos‑ y un día una amiga pasó a la casa mientras no estaba y me dejó un paquete. Cuando regresé me dijeron que me habían dejado un regalo y cuando lo abrí me encontré con el saco. Había una nota que decía: “Es para ti, has lo que quieras con él, era de mi abuelo, quien era un santo. Creo que está hecho para ti, te corresponde tenerlo. Te lo regalo”. Es de Armenia, debe ser de los años treinta o cuarenta. Es un gran regalo. Quisiera mandar a hacer una réplica, pero dicen que es muy difícil…

Debe haber alguien que pueda hacerlo, en París…
Mejor aquí, en el Centro...

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